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  • Foto del escritorChema Sánchez

La educación platónica del futuro: un acercamiento gnoseológico

Lejos de ser un asunto sencillo, los problemas que presentan el conocimiento y la aprehensión humana se han traducido desde hace siglos en la implacable labor de la gnoseología; no se trata sino de un paradójico cuestionamiento que, antes de poder responder cómo es posible el conocimiento, y en dado caso, nuestro concepto contemporáneo de la educación, indaga en la imposibilidad de este mismo, la base del entendimiento y la determinación de la realidad por medio de la consciencia. Dichos tópicos, propios de la gnoseología, se han intentado analizar a lo largo de la historia de la filosofía siguiendo las corrientes de pensamiento que conocemos como racionalismo, empirismo, dogmatismo, escepticismo, pragmatismo, relativismo, entre otras. Es por ello que a un nivel gnoseológico, no sólo sería absurdo pensar en un ideal teórico sobre el conocimiento, sino también, imposible determinar un medio preciso para transmitirlo. He ahí la —me atrevo a decir— interminable y contradictoria esencia de la educación y la pedagogía: si estas han de entenderse como el proceso de adquisición de conocimiento, y este ha sido sujeto a duda sobre su propia percepción y existencia, entonces la educación resulta imposible de determinar desde sus bases y premisas.

No obstante, no es mi intención entablar un monólogo pseudo filosófico lleno de contraargumentos. “El conocimiento humano se puede entender como un proceso en el que se relacionan un sujeto cognoscente y un objeto por conocer. Esto quiere decir que los elementos esenciales de todo proceso de conocimiento son el sujeto cognoscente, el objeto por conocer y la relación que debe establecerse entre ellos para que se dé el conocimiento” (Nava, s. f.). Hemos de atenernos a la posibilidad del conocimiento, y entender a la educación como un proceso necesariamente colectivo, en el cual no sólo interactúa un sujeto y su relación con el objeto a conocer, sino también un segundo sujeto —llamado educando— al que se le transmita, de forma eficaz, el conocimiento adquirido por el primero —al que llamaremos educador—; en otras palabras, la educación se basa en la reducción del proceso de conocimiento, puesto que le ahorra al educando la labor de entablar una relación con el objeto a conocer: toda aprehensión es transmitida directamente desde el educador. Sin embargo, durante los últimos años y dentro de los recientes métodos de aprendizaje y pedagogía, esta idea ha intentado ser falsamente erradicada, al buscar que sea el educando quien interactúe directamente con el objeto, dejando al educador fuera de este proceso y cambiando su nombre por el de guía, como afirma Fernández (2019): “hay que cambiar el rol del profesorado y convertirlo en un guía y mediador en el aprendizaje de sus alumnos, que debe asesorarles en todo momento y facilitarles la adquisición de conocimientos y el logro de competencias que deben ser fundamentales y básicas para la vida” (¶ 7). Otro ejemplo claro de esta transfiguración pedagógica es la ideología de María Montessori, quien enfatiza la función del guía y su preparación de los niños, ayudándolos a enseñar, construir y perfeccionarse por sí solos (Llerandi, s. f.). No obstante, la idea de un guía educativo, que no resulta nada más que un medio por el cual “aprendemos a aprender,” puede ser fácilmente cuestionada si nos remontamos a los principios de la gnoseología y la incertidumbre que existe en cuanto al tema de la aprehensión. Nos es lícito pensar entonces que las guías no se tratan de algo mayor a un apoyo educativo, un material didáctico o un libro de texto. Y en este proceso de aprendizaje directo entre el educando y el objeto, los educadores no tienen cabida, lo cual remonta este proceso a la simple relación entre objeto y sujeto cognoscente: es decir, no se trata de un proceso educativo, sino de un mero proceso de conocimiento, cuyo único fin es aprehender un objeto sin la interacción de un tercero. Es fácil pensar en ejemplos donde se aplica dicha ideología, como lo pueden ser las recientes clases de preparación para el trabajo, los típicos trabajos de investigación propia y la insondable dependencia del aprendizaje empírico —o el famoso “aprender haciendo”— (Schmidt, 2006).

¿Acaso este es el tipo de educación que le depara a las futuras generaciones? Quizás. El campo de la prospectiva no se ha quedado corto en cuanto al argumento, y nos propone decenas de alternativas a los métodos de educación actuales, tomando en cuenta lo que se debería enseñar, pero sobre todo, cómo debería de enseñarse, considerando “la herencia de la situación actual, las exigencias de la sociedad futura, y las posibilidades de respuesta del hombre” (Cervera, 2003) a estos nuevos medios educativos. Ya desde la década pasada se anticipaba un mundo sumergido en la red, una escuela —en el sentido ideal de la palabra— cuyos contenidos fueran depositados en una plataforma digital, una donde educadores y educandos, pero principalmente estos últimos, pudieran entablar el proceso educativo a través de una pantalla, cosa que en nuestra cotidianeidad no nos resulta lejos de lo común. Nos es lícito pensar, aun así, que en caso de seguir trabajando el modelo tradicional “educador-educando,” seamos capaces de reemplazar el puesto del educador humano por el de una máquina, como también lo hemos llegado a ver, aunque quizá en menor medida. No es sorpresa que, al ser una vocación tan compleja, le ha tomado a la humanidad poco más de ciento cincuenta años —desde la Segunda Revolución Industrial— automatizar el proceso educativo y reemplazar a los maestros por la tecnología de nuestros días, que bien puede ir desde las plataformas digitales antes mencionadas, hasta artículos electrónicos, plataformas de streaming, infografías, redes sociales, entre otros medios.

No obstante, aún estos recursos son en su mayoría realizados por seres humanos quienes, de una u otra forma, conservan la esencia de educadores. En contraste a ello, podemos pensar en la creciente tecnología de la inteligencia artificial, en los textos, guiones e información escrita enteramente por esta ciencia (Gerd Leonhard, 2015). A este punto, no me sorprendería despertar en un mundo cuya susodicha “educación” se basara en el acto de pregunta y respuesta entre un sujeto y una inteligencia artificial conectada a la red; un proceso dialéctico llevado a cabo por dos conciencias totalmente distintas (Jonze, 2014). Evidentemente, eso dejaría espacio abierto a otras preguntas: si la educación se trata de un proceso en el cual interactúan dos sujetos, ¿puede entonces considerarse a la inteligencia artificial como un sujeto, o esta alternativa educativa queda descartada por completo? Se puede especular demasiado respecto a lo que será de la educación y el aprendizaje en el futuro. Apoyándonos en la ciencia ficción más que en la prospectiva —o futurología—, no resulta complejo imaginar escuelas dentro de mundos de realidad virtual, una escolarización completamente inmersiva y audiovisual. Tampoco es arduo fantasear con un tradicional colegio, cuya infraestructura estuviera diseñada para la discusión grupal acerca de los temas vistos en clase, con el propósito de llegar a un aprendizaje colectivo —con o sin profesor—. O inclusive, citando una ya vieja serie animada, podríamos pensar en la particular idea de la trascendencia electrónica: el abandono del cuerpo físico y la transferencia de la consciencia a un maravilloso y eterno mar de electrones, en tanto como justificación y consuelo metafísico budista, como medio para ser uno con todo aquel conocimiento que ha existido y se ha registrado de forma electrónica (Yatate, 1998). Tal vez más de uno podrá ver con sus propios ojos el escenario de una antigua película hecho realidad, así como su idea de implementar discos duros en nuestras cabezas con el potencial de acceder a nuestros sistemas neurológicos e introducir cientos de saberes en nuestro repertorio mental; sí, me refiero a la posibilidad de aprender kung-fu con tan sólo la instalación de un programa en nuestra psique (Wachowski, 1999). Quizá —y dejando de lado los desenlaces a la Black Mirror— la educación no culmine de ninguna de estas maneras, quizá los avances educativos no se tratarán de algo más que pequeños y sencillos descubrimientos científicos, como la aplicación de ciertas propiedades en la música, los olores o los alimentos, que modifiquen y faciliten el proceso de aprendizaje dentro de las aulas como las conocemos hoy en día. Sin embargo, por mucha retroalimentación que la futurología y la ficción puedan brindarnos, no deja de ser la primera una ciencia especulativa y la segunda una serie de escenarios nunca antes vistos. Pero sobre todo, lo que acontece en este ensayo no sólo es imaginar cómo será la educación, sino cómo debería ser.

¿Acaso creo en la erradicación de los educadores y su labor, en el impulso y promoción del aprendizaje empírico y la educación directa del objeto? Probablemente no; volviendo un poco a la gnoseología, ¿de qué nos sirve defender estos métodos si no podemos valernos ni de nuestros propios sentidos para conocer el mundo que nos rodea? Si el conocimiento resulta un ideal, no existe mejor forma de llegar a él sino a través de la razón. A día de hoy nuestro mundo ha demostrado que los únicos límites tecnológicos que conocemos son los problemas de ingeniería y la propia inventiva humana, y lo que será de la educación no siempre se traduce en lo que debería de ser. Quizá, después de todo, si a mí se me ha de preguntar qué entiendo por educación y cómo debería esta de ser, regresaría al modelo más antiguo y tradicional de aprendizaje, aquel que los helenos usaron tanto, aquel del que los filósofos clásicos se valieron para llegar a sus conclusiones: la mayéutica, el aclamado método socrático, la dialéctica como única labor capaz de aproximarse al conocimiento y la verdad. Ajeno al hecho de que existan distintos espacios para el aprendizaje y la educación, algunos donde se estudien las bellas artes, la composición estética o la armonía funcional, y otros donde predomine el estudio de las matemáticas, el cálculo o la astrofísica termonuclear, así como que deba de existir un balance entre las humanidades y las ciencias, no pierdo de vista la presencia del cuerpo para efectuar el proceso educativo; no pierdo de vista tampoco la figura del educador o mentor, quien lejos de ser víctima de eufemismos o apodos improvisados, es aquel que tiene la capacidad de transmitir algo mayor aún al conocimiento mismo, a los métodos de aprehensión y al proceso cognitivo. Y aquello es el amor a la sabiduría: he ahí el verdadero filósofo. Si a mí se me ha de preguntar, esa es, creo yo, la forma más pura y sin embargo platónica de la educación a futuro.


Referencias

Barrios, B. (2018). La epistemología genética de Jean Piaget. Research Gate. https://www.researchgate.net/publication/329731394_La_epistemologia_genetica_de_Jean_Piaget

Cervera, J. (2003). La educación en el futuro. Tomo I, Vol. I.. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. https://www.cervantesvirtual.com

Duanduan Hsieh. (2015). What Works in Futures Studies [Part 3]: Education [Vídeo]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=_PrZpVXYiTw

Future Studies, Inc. (2021). Future Studies. Future Studies Program. https://www.futurestudiesprogram.com

Gerd Leonhard. (2015). The future of learning, training and education: Futurist Speaker Gerd Leonhard at LT15 London [Vídeo]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=hUI-Iq9Xh8I

Jonze, S. (2014). Her. Annapurna Pictures.

Llerandi, T. (s. f.). ¿Qué es una Guía Montessori? Montessori de Cancún. https://montessoridecancun.com/pedagogia/index.php/lecturas-montessori/88-que-es-una-guia-montessori

Nava Bedolla, J. (s. f.). Vista de La posibilidad del conocimiento; un problema filosófico sin solución definitiva. Ride. https://ride.org.mx/index.php/RIDE/article/view/217/974#:%7E:text=Se%20puede%20afirmar%20que%20el,el%20conocimiento%20de%20la%20realidad

Nietzsche, F. (1872a). El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música. Editores Mexicanos Unidos.

Nietzsche, F. (1872b). Sobre el porvenir de nuestras escuelas. Fábula Tusquets Editores.

Palacios, L. (2019). «El profesor tiene que ser guía y mediador en el aprendizaje de sus alumnos». La Nueva España. https://www.lne.es/gijon/2019/03/12/profesor-guia-mediador-aprendizaje-alumnos-18444287.html

Schmidt, S. (2006). Aprender haciendo y la educación ambiental. eColegios. https://www.minam.gob.pe/proyecolegios/Curso/curso-virtual/Modulos/modulo2/1Inicial/m2_inicial/aprender_haciendo_y_la_educacin_ambiental.html#:%7E:text=%E2%80%9CAprender%20haciendo%E2%80%9D%20es%20una%20metodolog%C3%ADa,agente%20de%20su%20propio%20conocimiento

Silva, A. A. (2014). El futuro de la educación superior en México. http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2007-28722014000200006&lang=es

Wachowski, L. y Wachowski, L. (1999). Matrix. Village Roadshow Pictures; Silver Pictures.

Yatate, H. (1998). Cowboy Bebop. Sunrise; Bandai Visual.

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