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  • Foto del escritorChema Sánchez

A la espera de los higos

Se dice que la música, como los higos, espera. Se dice que ha esperado, que ha sido tratada ya como un tesoro lejos de como una fruta comestible. Aprisionada, elevada a un estado cuasi platónico por un viejo cascarrabias. Aquella es una historia que todos conocemos, de un modo u otro, en distintos formatos, pero que no es ajena a nuestra conciencia colectiva. Una que podría saberse oculta, entrañada. El relato del viejo Atanasio se ha repetido, desgraciadamente, una tras otra vez, y no ha sido con la música que se ha detenido. Pero hoy aquel abuelo ya no está, está muerto, y junto con él, la higuera.

La musicología se ha adueñado del estudio musical en toda rama de conocimiento filosófico. Lo cierto es que la música y la filosofía tienen un pasado mutuo, similar al prólogo de un legendario idilio que nunca logró consumarse, al que por algún motivo, conocido o desconocido, le fueron cortadas las alas para volar. Desde entonces, parece que no ha habido más que tensión entre ambas partes, entre lo que se hace llamar el logos filosófico (racionalizando completamente el mismo filos, y categorizando o reduciendo la sofía), y el pathos musical. Llámese estética un intento de reclamar la autoridad filosófica de la música, llámese la Ilustración y el Renacimiento un robo totalmente adelantado a su tiempo (pues resulta, paradójicamente, como una escena trágica-romántica) hacia la Iglesia por hacer que la música vuelva a su legítima dueña; ¡llámese romanticismo una súplica por hacer que regrese...! Un Nietzsche o un Wagner, peleados al fin, por la misma música, por la misma filosofía. Y llámese musicología aquel hijo al que de vez en cuando visitan, por el que no se pelean ni una ni otra la custodia, porque lo cierto es que poco quieren tener que ver con su creación. La única verdad es que la musicología nace en el corazón de los primeros filósofos, y sencillamente por eso se le ha otorgado a la filosofía, o mejor dicho, ella misma se ha otorgado el permiso de pensar que la teoría musical en sí le pertenece.

Vaya mentira. Hoy podemos observar, no sólo en el estudio antropológico (aunque sí resulta mucho más presente en esta rama), sino en cualquier línea de estudio no paralela (pues convergen y divergen sanamente las unas con las otras, la mayor parte del tiempo), que el estudio de la música parece ser acaparado, no por todos los teóricos y críticos musicales, sino por el reducido grupo de musicólogos que existen en el mundo. De modo que, cuando un investigador, tranquilamente caminando sobre la cuerda de su disciplina, decide siquiera mencionar a la música por una u otra razón, la razón que pueda tener en un principio le es arrebatada, enjuiciada y masacrada por el estudio musicólogo.

“La música me pertenece a mí,” bien podría ser lo que la musicología gritara a los investigadores contemporáneos. “A mí, y a la única madre que quiero ver: la filosofía.” Así, como una hija que invisibiliza la mitad de sus progenitores, a quien cómodamente la filosofía le da palmaditas en la espalda aún sabiendo cuán malcriadamente puede estar tratando a su creación. La música, en sí, no le pertenece a nadie más que a sí sola. Y en estricto sentido, nadie tendría derecho, entonces, a gustar de ella o siquiera pensarla. Pero la música, y esto nos lo ha dado a entender de modo histórico, no busca una visión ni individual ni posesiva de su capacidad de ser. La música ha decidido compartirse, reproducirse a ella misma, una y otra vez en uno y otro lado. Es por ello que tanto psicólogos como pedagogos, como antropólogos y filósofos puros (si es que llegara a existir realmente tal término), han podido, pueden, y podrán hacerse valer de este regalo infinito compuesto de melodías, ritmo y armonías. La música no busca una relación monógama. Y ni la filosofía ni la musicología han de impedirlo. La música en sí sóla es mayor que todo lo anteriormente, mayor que los higos y que la higuera. El viejo Atanasio ahora está muerto, la higuera deshecha. Pero los higos, siguen esperando.


Referencias

Barreiro, A. A., Santos, C., & Serra, C. (2003). Música y antropología: encuentros y desencuentros. FONAM.


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