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El mariscal

  • Foto del escritor: Chema Sánchez
    Chema Sánchez
  • 24 feb 2022
  • 1 Min. de lectura

Los delirios del mariscal se envuelven en tiza ante la súbita presencia del fantasma en la habitación. Un artista suspira sus últimas palabras mientras exhorta al ente estético a cumplir su voluntad, a rechazar su trascendencia. El artista muerto, el artista que le teme al verde.

¿Qué se puede hacer salvo ver películas? ¿Qué queda tras la muerte del espíritu si no son las voces? ¿Los gritos, los jadeos? Quizás en el pasado el lenguaje hubiera cobrado sentido, quizás tras la humareda de la virtud y la sabiduría Platón se hubiera callado. Cuán absurdo, cuán imposible: las ampollas en los pies tras cruzar la Avenida Juárez, el Bulevar Atlixco, la Calle Amenábar. Cuán impío: el nombre prohibido.

Los delirios se pierden, los delirios desaparecen, pero el mariscal permanece. La noche muere, el artista renace.



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