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  • Foto del escritorÁlvaro Luna

Ruido

A la escena


Un ruido joven inunda la habitación

Un ruido transitorio y vagabundo.


Una esfera yace postrada

entre imágenes retorcidas,

la cabeza de un toro cuelga de la pared

y ojos cansados la miran confusos



El ruido crece



La piel suda

(piel perlada por el sudor)

La luz se quiebra

sobre gotas diminutas

y se pierde entre la violencia

de esta danza incontenible

mientras rostros bellos

se destrozan contra los codos...


El viejo observa desde la esquina

cómo nace una flor

de entre las ruinas

de un tiempo que no fue el nuestro:



Las cenizas fueron

Todo lo que conocimos

Es nuestro himno

Una marchita canción de cuna



El ruido es mucho



Y después de todo:

Del sudor al aire

el sexo dulce como higo

la náusea cruel

la sangre en los oídos

las visiones afrodisíacas


-Cabelleras rojas

como un fuego desenfrenado,

Metal entre las comisuras de la piel-.


Sentir

Saber

Que no pertenecemos

A esta realidad en decadencia

A esta histeria enfermiza

A esta vida moribunda



El ruido es demasiado



Flagela la carne de niños perdidos,

revienta las membranas

En ácidos burbujeantes

Promete iluso

Que el sol no volverá a nacer.


Ladra rabioso su melancolía,

Abrumado

por un dolor incomprensible

que se ahoga de a pocos


El ser ebrio no entiende

de sadismo corporativo

Ni sabe de mentiras a gran escala

Ni lamenta que se hundan

Las risas venideras


(El degenere es saludable

cuando se casa con un par de pies

que no pueden sino arrastrarse

entre muros grises).



El tiempo se corta por la mitad



El ruido muere



Y sucede en ese instante,

Brevemente

Suavemente

Dulcemente

Un infarto

Un respiro


Una exhalación


Y nada más


Nada más que el sueño


Que no acaba.


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