Ruido
- Álvaro Luna
- 9 jul 2022
- 1 Min. de lectura
A la escena
Un ruido joven inunda la habitación
Un ruido transitorio y vagabundo.
Una esfera yace postrada
entre imágenes retorcidas,
la cabeza de un toro cuelga de la pared
y ojos cansados la miran confusos
El ruido crece
La piel suda
(piel perlada por el sudor)
La luz se quiebra
sobre gotas diminutas
y se pierde entre la violencia
de esta danza incontenible
mientras rostros bellos
se destrozan contra los codos...
El viejo observa desde la esquina
cómo nace una flor
de entre las ruinas
de un tiempo que no fue el nuestro:
Las cenizas fueron
Todo lo que conocimos
Es nuestro himno
Una marchita canción de cuna
El ruido es mucho
Y después de todo:
Del sudor al aire
el sexo dulce como higo
la náusea cruel
la sangre en los oídos
las visiones afrodisíacas
-Cabelleras rojas
como un fuego desenfrenado,
Metal entre las comisuras de la piel-.
Sentir
Saber
Que no pertenecemos
A esta realidad en decadencia
A esta histeria enfermiza
A esta vida moribunda
El ruido es demasiado
Flagela la carne de niños perdidos,
revienta las membranas
En ácidos burbujeantes
Promete iluso
Que el sol no volverá a nacer.
Ladra rabioso su melancolía,
Abrumado
por un dolor incomprensible
que se ahoga de a pocos
El ser ebrio no entiende
de sadismo corporativo
Ni sabe de mentiras a gran escala
Ni lamenta que se hundan
Las risas venideras
(El degenere es saludable
cuando se casa con un par de pies
que no pueden sino arrastrarse
entre muros grises).
El tiempo se corta por la mitad
El ruido muere
Y sucede en ese instante,
Brevemente
Suavemente
Dulcemente
Un infarto
Un respiro
Una exhalación
Y nada más
Nada más que el sueño
Que no acaba.
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