A Carolina
Era de noche cuando lo supe;
luces azules
pernoctaban entre pestañas
y livianas nebulosas
traslucían el lábil ensueño
de albores venideros.
La música era el agua
sobre la que navegaban amodorrados
los ebrios buques de la consciencia
y era la danza el suave oleaje
que tiernos ofrecíamos a la luna.
Efímeros nidos de iris
comenzaban poco a poco
a derramar incrédulos
las dulces gotas de su júbilo.
Era de noche cuando lo supe;
la brisa entraba por los balcones
y el humo se retorcía
como las ramas de los almendros.
El presente era por fin
aquella sustancia cristalina
que deslavaba el pasado triste de los rostros.
Era de noche cuando lo supe;
Tú bailabas entre la gente:
viva, acaso eterna.
Y yo te miraba:
vivo, acaso eterno.
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