Entre todo y nada
- Chema Sánchez
- 6 sept 2022
- 1 Min. de lectura
Y abriste los ojos
como cauces vacíos,
y nombraste estrellas
como granos de alpiste.
Y no hubo nada,
y lo hubo todo;
nació la muerte
y murió la vida.
Abriste los ojos,
a la luz de los faros.
Abriste los ojos,
al mirar de las flores.
Y reíste en silencio,
y en silencio cantaste,
y cantando soñaste
con caballos y grillos.
Compartiste libros,
compartiste versos,
compartiste voces
y tenedores de plástico.
Y encogiste las piernas
y cruzaste los brazos;
suspiraste en asombro,
en estupor de verano.
Y giraste la cabeza,
acaso me miraste.
Giraste la cabeza,
acaso sonreíste.
Y el día
no era nada;
el día apenas
lloraba su nombre.
Y busqué tocarte
con la punta de un lápiz;
busqué tocarte,
con las notas de un piano,
con la tinta
las sombras
los mosquitos
las hojas
Busqué tocarte,
hablarte,
mirarte, acaso
besarte,
soñarte,
nombrarte.
Busqué hacerlo
a deshoras,
en silencio,
con la lluvia.
Busqué tocarte con las manos.
Busqué tocarte con los labios.
Busqué tocarte
en una estrofa.
Y te erguiste tú sola,
y obsequiaste
flores amarillas,
y cerraste los ojos
en la oscura lejanía
del cielo.
Y con tu voz
meciste los árboles.
Y con tus ojos
apartaste las nubes.
Y con media sonrisa
te leí esto mismo:
"Y no hubo nada,
y lo hubo todo."
Y entre todo y nada,
asomóse un compás irresuelto.
Entre todo y nada,
hallamos bibliotecas infinitas,
verdades indescifrables,
verdades a medias.
Entre todo y nada,
hallamos al tiempo,
y escuché una voz
pronunciando tu nombre
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